EDUCAR CON EL CORAZON

Dentro de la vorágine de acontecimiento y el pasar irreversible del tiempo trascurre nuestra vida, se margina la importancia de las relaciones interpersonales de calidad; sobre todo en la familia. De ahí la importancia de externar nuestros sentimientos a través de palabras de aliento o de una muestra de cariño sincera.

Hay psicólogos que afirman que los sentimientos alimentan la autoestima de las personas; el psiquiatra y psicólogo John Bowlby, a través de las investigaciones que realizó en diferentes orfanatos de Inglaterra a mediados del S.XX, concluyó que el cariño que recibe un bebé en sus primeros meses de vida determinará el resto de sus relaciones futuras. 

Dentro de la dinámica familiar es urgente que quienes ejercen el liderazgo, otorguen la importancia del caso al cultivo de los valores morales en los menores, para sembrar en los corazones de los niños y los jóvenes la semilla de los buenos sentimientos; recordemos que la enseñanza que deja huella no es la que se desarrolla de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón. 

Si bien son importantes los conocimientos, también son valiosos los buenos sentimientos; de ahí que sea protagónico el desempeño de los padres o tutores, forjando de manera primigenia las actitudes y costumbres de los niños, sobe todo de aquellos cuya edad no les permite distinguir claramente entre lo bueno y lo malo. 

Razonamiento, reflexión, equilibrio emocional y autoconocimiento deberían ser temas medulares del proceso educativo a nivel familiar, para que, juntamente con la educación escolarizada se construya un individuo consciente de si mismo y en sintonía con su entorno natural y social.  

Debe entenderse que la educación es una forma de prolongar el amor que ha permitido traer a la vida a los hijos, no en balde, se habla del “Pan del saber”, pero esta formación debe ir acompañada de una orientación en donde se instruya a dominar inteligentemente las emociones negativas como la ira o el enfado; tristemente sucede lo contrario, cuando un niño o joven se enfada, se les castiga como respuesta.  

La reacción del adulto lo que provoca, es que el menor oculte y no comparta ciertas emociones, provocándose un entorpecimiento en la confianza del niño, haciendo migrar este sentir hacia un lado oculto o hacia personas o amigos que no precisamente proponen soluciones, sino por el contrario terminan desorientando al menor. 

Pero, por que se habla de “corazón” como centro de emociones; la respuesta es, porque es aquí donde anidan sentimientos como el amor y la ternura y del cual brotan las más claras emociones en el ser humano. Fomentemos un acercamiento con nuestros hijos para estimular el lado positivo de su formación. Si el padre o madre como tal no puede llegar a conocer a sus hijos, como alguien puede llegar a superarlo.  

Poder cautivar la atención de los hijos y responder a sus inquietudes y cuestionamientos, son parte integrantes y fundamentales de comunicación familiar; aconsejable realizar la correcciones en privado y delante de otras personas (aunque estas sean familiares); debemos elogiar, cuando se merezca, las acciones positivas realizadas; no juzgar sin antes escuchar previamente las explicaciones; educar en positivo, evitar el uso excesivo del “NO”; predicar con el ejemplo; inyectar optimismo y emoción en las conversaciones. 

Estamos completamente convencidos que el impacto de una educación con el corazón se reflejará en una estabilidad emocional del niño y joven en el hogar, para que pueda enfrentar con argumentos sólidos los retos de una sociedad convulsionada y agobiada por el inconformismo y la insatisfacción. Finalmente deseamos que en cada núcleo familiar prevalezca el diálogo para que florezca la calidad en las relaciones sobre las bases del cariño sincero.