COMO ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS A TENER AMISTADES SANAS
La amistad es un valor fundamental en el ser humano, es el sentimiento que nos hermana, es una herramienta vital para el desarrollo de habilidades sociales, como empatía, trabajo en equipo, resolución de conflictos, aceptación de normas, entre otros.
La amistad fortalece que el niño y joven reconozca y gestione sus propias emociones en grupo: la admiración, los celos, la envidia, la autoestima, el perdón, la reconciliación, el agradecimiento, la lealtad, la confianza… además, los primeros amigos suponen un vínculo afectivo libre de prejuicios y “máscaras” y cubre necesidades psicosociales básicas como la pertenencia a un grupo, el ser apoyado y querido o el ser aceptado por sus iguales, necesidades que también son cubiertas por la familia, pero que también tienen que ser complementadas por otro tipo de interacciones sociales y de personas.
La amistad en la infancia significa un “cúmulo de pruebas” para que el día de mañana, convertidos en adultos puedan salir, dotados de herramientas emocionales y enfrentarse a la sociedad, lo que les hará, poco a poco, decidir cómo quieren mostrarse al mundo.
¿Cómo les ayudamos a establecer amistades sanas?
Lugares de interacción social: hay que llevarlos a lugares donde puedan interactuar con sus semejantes, bien sea en el parque, en una actividad extraescolar, o cosas por el estilo… porque está claro que, hoy en día, el juego libre en la calle, como existió en algún momento, es casi imposible porque las ciudades no están hechas para los niños y, además, hay que añadir la falta de interacción social que Internet y los videojuegos les impide llevar a cabo. En este sentido el patio del colegio y el ambiente escolar es el medio idóneo para construir y consolidar la amistad.
Detectar un buen amigo:enseñarles a reconocer si un amigo está abusando de su amistad y recordarles que un amigo de verdad les ayuda incondicionalmente, les permite ser tal y como son, les respeta, desea formar equipo con ellos, les apoya, les desea el bienestar y les señala sus errores para poder enmendarlos.
Ayudando a forjar su personalidad: la mayoría de los padres deseamos que sus hijos sean niños obedientes, que no les lleven la contraria, que sean maleables, que se adapten a ellos… entonces, ¿cuándo a tu hijo le digan que se tire por un puente querrás que haga lo mismo? Es importante establecer unas normas y límites en casa, pero también debemos de respetar, en cierta medida, su carácter y su personalidad para no anular esa protección natural frente a los posibles abusos y desafíos de futuros amigos, sobre todo, de los que llegan con la adolescencia, etapa donde las amistades aún son más fuertes y donde podremos intervenir aún menos…
Aprender a decir NO: Saber decir No y establecer sus propios límites, no es sencillo, pero es valioso definir los parámetros derivados de una relación amistosa. Los retos y desafíos pueden conllevar riesgos que vulneran no solo la integridad física sino los valores morales; de ahí la importancia de que nuestros hijos sepan diferencias lo positivo de lo negativo, dando preferencia a lo primero, aunque ello signifique decir No. El verdadero amigo entenderá y aprenderá de esa lección.
Establecer un vínculo de comunicación familiar
Es en el núcleo familiar donde se viven las primeras experiencias de aprendizaje y es justo donde los canales de comunicación y expresión deben ser más claros y fluidos. Hacer entender al niño y al joven que la prioridad de los padres es el bienestar de los hijos es importante. De esta claridad en el mensaje depende el grado de confianza para que puedan socializarse las interacciones de la amistad. Cuando existe ese acercamiento entre la familia, podrán conocerse quienes son los amigos, los lugares que frecuentan, las charlas entre ellos y la calidad de personas que son sus padres.
Todo padre de familia (o quien ejerza esa función) debe estar claro del tesoro que tiene entre sus manos y la responsabilidad que ello conlleva. En la actualidad vivimos en una sociedad en la que se le da demasiada importancia a lo superficial, por ejemplo: adolescentes que compiten por tener mayor cantidad de “amigos” en redes sociales, de los cuales ni conocen. Velemos por la calidad de quienes forman las amistades de nuestros hijos, ya que permitirá asegurar su bienestar físico y emocional.