EDUCACIÓN Y DEMOCRACIA

Invertir en la educación es la mejor decisión que puede tomar un país para enfrentar de manera exitosa los retos que impone la realidad. En la actualidad se viven tiempos convulsos que requieren que cada individuo tenga las herramientas para poder tomar decisiones asertivas el momento de participar del proceso eleccionario. Los términos “educación” y “democracia” develan realidades sustantivas para la construcción de nuestras sociedades, para la supervivencia como humanidad y para hacer posible el buen vivir, la calidad de vida. Por lo mismo son términos complejos, que atañen a situaciones multidimensionales. Representan a la vez realidades y anhelos; diagnósticos y expresión de utopías; sus realidades se aproximan y se intersectan, partiendo que la democracia es un sistema de gobierno y forma de vida, en nuestras sociedades densamente pobladas, multiculturales, multiétnicas, en las que defendemos el derecho a la diversidad, afirmamos que lo mejor es la democracia:  la forma de gobierno que funciona a través de representantes del pueblo, elegidos entre varias ofertas de país elaboradas por núcleos partidarios, para tomar las mejores decisiones posibles en la administración de los recursos del estado, con una alta participación de la ciudadanía, mediante la deliberación, el debate y la construcción de consensos, orientadas a crear leyes e instituciones para regular y fomentar nuestra convivencia con sentido de solidaridad, a desarrollar nuestra economía con sentido de justicia y a estimular la lucha política con un sentido pacífico.

Como forma de vida, la democracia nos remite al desarrollo de nuestras capacidades de diálogo, al cultivo por la diversidad y a la disposición para aprender de los otros que siempre son, en mayor o menor grado, diferentes; a nuestro gusto por la ética, es decir a aprender a saborear los valores, a nuestra habilidad para resolver pacífica y constructivamente los conflictos que son constitutivos de nuestro ser humanos y humanas; en fin, al desarrollo de nuestra responsabilidad social en el ejercicio de nuestra libertad.

La educación hace referencia a procesos de aprendizaje, o sea a la construcción de conocimientos, de ideas, de significaciones, de afectos, de capacidades, de valores, sobre la relación con las demás personas, sobre la relación con la naturaleza, sobre la relación conmigo mismo y sobre la relación con lo trascendente. Esta construcción implica prácticas de transmisión, de asimilación, de apropiación y de autogeneración de esos conocimientos, capacidades, afectos, y valores.

De acuerdo con la síntesis elaborada por la comisión internacional presidida por Jacques Delors para la UN ESCO en 1995, la educación, como práctica social, se sostiene en cuatro pilares:

  1. Aprender a aprender que implica el desarrollo de habilidades cognitivas para el análisis, la síntesis y la construcción de hipótesis y rutas de conocimiento.
  2. Aprender a hacer que tiene que ver con el desarrollo de capacidades técnicas, tecnológicas, artesanales, artísticas y científicas.
  3. Aprender a ser que refiere al desarrollo de valores y al gusto por la ética, al desarrollo de convicciones y a la superación de toda forma de fundamentalismo.
  4. Aprender a convivir que exige el desarrollo de nuestras habilidades para el diálogo, para el trabajo en grupos, para la construcción de consensos y la resolución pacífica de conflictos.

 

Trazados los conceptos e ideas anteriores podemos decir que hay una relación “natural” entre los términos educación y democracia; que ambas se hacen posibles y se retroalimentan en su potencialidad y calidad. Es decir, una buena educación puede contribuir a garantizar una buena democracia y una buena democracia puede contribuir a garantizar una buena educación.

La educación nos debería preparar para el ejercicio de la democracia, prepararnos para ayudar a fortalecer y recrear nuestras instituciones y leyes, para construir significados y referencias de participación y convivencia en los espacios públicos y también para construir nuestra ciudadanía crítica y activa. La democracia nos debería garantizar nuestro derecho a gozar de nuestros derechos humanos, entre ellos, el derecho a la educación. Si volteamos la mirada hacia la educación podemos advertir como existen desigualdades en el acceso y calidad a la misma, sobre todo en aquellas comunidades más distantes, en las cuales no existen condiciones apropiadas de infraestructura, metodología y tecnología. La democracia debe traer justicia y equidad sociales, premisas insustituibles para fortalecer a la educación.

La lucha por mejorar la calidad de nuestra democracia debe ir acompañada de acciones sustantivas y reales de parte de las autoridades, atendiendo a las nuevas generaciones y brindándoles oportunidad de desarrolló a través de acciones que garanticen el ingreso, la permanencia y el egreso exitoso del sistema educativo.