PERFECCIONISMO Y ALTAS EXPECTATIVAS

Expresiones como “Dar el 100” o “ponerse la camiseta” son bastante comunes cuando se busca ejemplificar la vinculación entre la efectividad de una persona al buscar una meta. Regularmente el máximo rendimiento se relaciona con el hecho de alcanzar el éxito, lo cual es considerado por psicoterapeutas como algo eminentemente subjetivo y que puede no ser siempre beneficioso.

Esto nos conduce al “perfeccionismo” como camino que nos lleva a una meta, la cual puede verse como una capacidad positiva siempre y cuando se deba manejar apropiadamente para que no termine siendo una carga o un compromiso forzado y extra.

La característica del “perfeccionismo” se considera como un rasgo de personalidad construido sobre emociones, cogniciones y conductas sobre las que un individuo proyecta expectativas, esperanzas o posibilidades de conseguir algo en la vida; sin embargo, el perfeccionista tiene estándares elevados, las cuales son algunas veces difíciles de conseguir.

La mayor parte de veces el perfeccionista no concibe el error y por consiguiente lo procesa inapropiadamente, relega a la resiliencia, llevándola hasta la más mínima expresión. Se afirma que una expectativa mal manejada puede conducir a frustraciones recurrentes y generadores de problemas de carácter fisiológico.

Debemos agregar que el perfeccionista concibe una meta y sus exigencias desde un punto de vista erróneo, sustentado en una visión de éxito inexistente; muchas veces la misma sociedad se encarga de estimular la realización de acciones encuadradas en lo “perfecto”. Cabe destacar que el parámetro que mide el éxito es variable, por cuanto que para una persona puede ser estatus, posición, bienes, viajes, lujos; mientras que para otra puede ser salud, paz, amistad, alegría. Es decir, que el éxito es algo relativo y nunca definitivo.

Uno de los detonantes del perfeccionismo se ubica en el sistema de crianzas y de aprendizajes ya que estos momentos son determinantes para trazar la personalidad y forjar el carácter de los niños y jóvenes. La nula tolerancia y el agotamiento caracterizan recurrentemente al perfeccionista, siendo efectos la depresión, baja autoestima, la ansiedad, miedo al fracaso, insatisfacción consigo mismos (con los demás y con el entorno social). Constantemente están criticando y generando pautas comparativas entre ellos y otros individuos. La espiral formativa de una persona perfeccionista suele ser tediosa y monótona.

Se puede agregar que una táctica funcional para trazar metas y expectativas consiste en fijarse la excelencia sin buscar el perfeccionismo, evaluando las circunstancias reales con las que se dispone y llevando a la práctica el pensamiento de que los humanos somos falibles.

Podemos concluir estimulando el hecho de disfrutar de nuestro trabajo, de gozar de las amistades, la familia y una buena compañía, de esforzarnos por hacer las cosas lo mejor posible y de estar conscientes de nuestras limitaciones.